Cerca de 60 millones de personas padecieron hambre en América Latina y el Caribe en 2020

La FAO señala que el año pasado la población que padece hambre en la región aumentó de manera importante. ¿Cómo pueden los países combatir la hambruna?

Puerto Príncipe, Haití.
28 de agosto, 2021 | 09:09 AM

América Latina y el Caribe deben transformar sus sistemas agroalimentarios para enfrentar el aumento del hambre y los efectos de la pandemia sobre la oferta y demanda de alimentos, dijo la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en un reciente informe.

Según la FAO, alrededor de 14 millones de personas más padecieron hambre en América Latina y el Caribe en 2020 comparado con 2019. Y actualmente el 9,1% de la población total de la región sufre este azote, un aumento de dos puntos porcentuales entre 2019 y 2020.

Además, en la región el 41% de la población padeció inseguridad alimentaria moderada o grave en 2020 y el 14% padeció inseguridad alimentaria grave. El aumento de estos índices, de 2019 a 2020, fue más pronunciado en América Latina y el Caribe, 9 puntos porcentuales, que en cualquier otra región del planeta.

Según la FAO, una persona padece inseguridad alimentaria cuando “carece de acceso regular a suficientes alimentos nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales”.

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El costo de los alimentos y la cantidad de personas que no pueden pagar por una dieta saludable explica la tendencia hacia la desnutrición, según Naciones Unidas, que estima que el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2, Hambre cero a 2030, quedará incumplido por un margen de 660 millones de personas. De esta cifra, probablemente 30 millones se deban a los efectos a largo plazo de la pandemia.

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Julio Berdegué, representante regional de la FAO, aseguró que el objetivo de las naciones para la pospandemia debería ser garantizar un sistema alimentario sostenible que tenga en cuenta aspectos como la “prosperidad económica, huella ambiental y climática, inclusión social y salud humana”.

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Autores de la investigación aseguraron que la pandemia no generó una crisis alimentaria en la región ni una caída significativa en sus exportaciones agrícolas. Sin embargo, las medidas restrictivas como las cuarentenas sí favorecieron el aumento en los precios de los productos básicos que sumados a una reducción en los ingresos económicos de los más pobres “hizo empeorar la seguridad alimentaria”.

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A pesar de estas cifras, no todo fue negativo. José Graziano da Silva, director general del Instituto Fome Zero y exdirector general de la FAO, aseguró en el informe que el aislamiento social coincidió con el fin de la cosecha de cereales en América del Sur, como soja, maíz y trigo, a Asia y Europa. Y que esto, combinado con un dólar menos caro frente a las monedas regionales y la necesidad de China de reponer sus inventarios impulsó un rápido aumento de las exportaciones, lo que favoreció a la economía regional.

A su vez, esto es señal, para la organización, de la importancia de la agricultura para los países caribeños y de Latinoamérica. En su informe, la FAO destacó aprendizajes que los gobiernos deberían tomar en cuenta para mejorar sus sistemas de alimentos, combatir el hambre y la pobreza, y prepararse para nuevos desafíos en el futuro.

Lecciones que dejó la pandemia

La investigación señaló que el Covid-19 planteó desafíos en términos de solidez de los sistemas alimentarios. “Se necesitan innovaciones políticas, institucionales, tecnológicas y de inversión para fortalecer la respuesta de los gobiernos a estas eventualidades”, indicó el documento.

Según la investigación, fueron pocos los gobiernos que tuvieron capacidad para asistir de forma adecuada y completa a todas las personas que lo necesitaron. Además, se evidenciaron dificultades para garantizar el acceso a alimentos para poblaciones más vulnerables y que enfrentaron mayores desafíos en el marco de la pandemia (adultos mayores, niños, personas con empleos informales, o en territorios rurales poco comunicados).

Las medidas adoptadas para contener la propagación del virus también afectaron de manera desigual, según el informe, a los agricultores familiares, los ganaderos más pequeños y los pescadores artesanales, debido a su menor capacidad de comercialización y de almacenamiento de sus productos.

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Además, la caída de la actividad turística también les representó un golpe. La organización estima que el impacto fue más significativo en el Caribe, dado el gran peso que tiene el turismo en su economía.

En Barbados, por ejemplo, el cierre de hoteles y restaurantes provocó un exceso de oferta de pollo, que culminó en el recorte del 40% de la producción en junio de 2020, según el Banco Central de Barbados. En República Dominicana, la producción de pollo registró una contracción del 9,5% en el segundo trimestre de 2020, como resultado no sólo de los cierres turísticos sino también del cierre de la frontera y las limitaciones de comercio con Haití.

Por otro lado, en Brasil, los productores de hortalizas se vieron afectados porque dirigían sus productos como brotes, setas y lechugas baby leaf a restaurantes de alta cocina que tuvieron que cerrar. Muchos productores tuvieron que reducir sus superficies sembradas debido a estas condiciones del mercado.

La FAO señala que Haití y Venezuela, que están en su lista de los “países en crisis que necesitan ayuda alimentaria externa”, fueron dos de las naciones en las que la emergencia sanitaria agravó la inseguridad alimenticia debido a las dificultades que tuvieron que enfrentar los productores y la falta de recursos.

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A continuación las recomendaciones de la organización para hacer frente a los retos alimentarios en la pospandemia.

Instituciones y protección social

En el corto plazo, los países deben considerar una oficina central en el más alto nivel del Órgano Ejecutivo para diseñar políticas e intervenciones relacionadas con la pospandemia en términos de pobreza, hambre y sistemas agroalimentarios. Y trabajar de cerca con legislaturas, asociaciones de empresas, agricultores y con la sociedad civil. Además, debería tener planes de trabajo diferenciados por plazos, según la organización.

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La FAO también recomienda rediseñar las transferencias condicionadas para el sector rural, mejorar la focalización y ampliar la cobertura. Además, considera que los países deberían analizar si están gastando en protección social el porcentaje necesario del Producto Interno Bruto (PIB) y distribuir los beneficios entre la población teniendo en cuenta sus niveles de ingresos y sus necesidades.

“Lo ideal es un sistema de programas y servicios universales de calidad, para la población urbana y la rural, así como para todos los niveles económicos sin distinción. Pero, mientras se trabaja en la expansión y fortalecimiento de los servicios universales, se pueden ir mejorando en paralelo los enfoques focalizados”.

Innovación alimentaria y de salud

Es importante, dice el informe, que los países comiencen a combatir la desnutrición por falta de calorías (hambre) y la desnutrición por falta de minerales, vitaminas y nutrientes esenciales (el hambre oculta). Así como combatir el avance del sobrepeso y la obesidad para disminuir el riesgo de otro tipo de enfermedades.

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“No hay estimaciones precisas, pero en general se estima que alrededor de 43 millones de personas sufren de desnutrición en América Latina y el Caribe, y casi una cuarta parte de la población de la región (o sea, más de 150 millones de personas) sufre de obesidad”, cita el informe.

Para la organización, en este sentido, es clave el etiquetado frontal con indicadores claros que señalen cuando un producto está superando el límite saludable en términos de calorías, azúcar, grasas saturadas, y/o sal.

La “tercera revolución” de la biología

La FAO apuesta por la tercera revolución “que combina la primera, a nivel molecular (el hardware), con la segunda, a nivel del genoma (el software), más todos los avances en tecnología de la información, materiales, imágenes, nanotecnología, óptica y física cuántica, big data, modelado y simulación”.

Esta revolución tiene promesas para mejorar la producción agropecuaria, el manejo de ecosistemas, el procesamiento, transporte, almacenamiento de alimentos, las fuentes de energía y la salud humana.

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Sin embargo, para que la región pueda aprovechar estos beneficios, la FAO sugiere a los países “tener más inversiones en ciencia y tecnología (por encima del 1% del PIB agropecuario) y en infraestructura, así como buenas políticas y regulaciones”.

La organización destaca que el gasto nacional en la región destinado a I+D+i agropecuaria (Investigación, Desarrollo Tecnológico e Innovaciones) es relativamente bajo y que la inversión adicional es necesaria para mejorar la productividad y para hacer que las cadenas de valor alimentarias sean resistentes a las crisis de salud.

Innovación en financiación

Pero para el desarrollo de nuevas tecnologías se necesitan gastos e inversiones adicionales con el fin de que puedan ser utilizadas en la escala necesaria, por lo que se requieren diferentes fuentes de financiación.

Dentro de esas fuentes es importante considerar, según la FAO, al menos tres: el gasto público, el crédito doméstico y el financiamiento del sector privado.

Es por esto que señala que los países deben revisar el gasto público teniendo en cuenta un enfoque en los sistemas agroalimentarios sostenibles y realinear los gastos. También sugiere crear un fondo para la preparación, incubación y aceleración de proyectos de inversión y de alternativas para asociaciones con inversores privados. Además de revisar los mercados financieros rurales y de financiamiento de cadenas de valor.

Finalmente, la investigación señala que para esto es central el sistema bancario y financiero. Explica que en las décadas de 1980 y 1990 se realizaron diferentes estudios de los mercados financieros y el sector rural en países en desarrollo. “Sin embargo, desde ese entonces no ha habido un esfuerzo similar”.

La organización recomienda retomar esta línea de análisis para superar las limitaciones que restringen el financiamiento para la seguridad alimentaria y nutricional en la región.