COP26: Shell y su reto por aclarar su esquema de compensaciones de carbono

El proyecto peruano de Cordillera Azul es un ejemplo de cómo la empresa se enfrenta a acusaciones de ecoblanqueo.

Bosques de vegetación abierta, lianas enmarañadas, plantas espinosas y abundancia de hormigas.
Por Jess Shankleman
25 de octubre, 2021 | 11:42 AM

Bloomberg — Miles de delegados se reunirán en unos días en Glasgow para participar en las conversaciones de las Naciones Unidas destinadas a evitar un cambio climático catastrófico. A sólo 130 kilómetros al norte de la ciudad, un proyecto de plantación de árboles en las Tierras Altas de Escocia pone de relieve una de las cuestiones más difíciles que tendrán que resolver.

Con el proyecto de Glengarry se pretende plantar cerca de 1 millón de árboles en cinco años. Forma parte de una creciente red de iniciativas en todo el mundo para aumentar los sumideros naturales que pueden absorber el dióxido de carbono y ayudar a enfriar el planeta. Pero esta importante labor se ha visto envuelta en la polémica porque los financiadores suelen hacer afirmaciones poco realistas sobre el ahorro medioambiental que suponen los proyectos, y lo utilizan como licencia para justificar la contaminación actual.

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En Glengarry, la financiación de 5 millones de libras (US$6,9 millones) procede de Royal Dutch Shell Plc. Todavía no está generando créditos, pero cuando lo haga, formará parte de una cartera que el gigante petrolero utiliza para afirmar que ha ayudado a neutralizar el impacto medioambiental de sus combustibles fósiles. Por ejemplo, durante los dos últimos años, se ha dicho a los conductores británicos y holandeses que recargan sus coches con gasolina “neutra en carbono”.

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Una investigación de Greenpeace y la organización sin ánimo de lucro Source Material publicada el lunes dice que esas afirmaciones son cuestionables. El gobierno escocés dijo a Greenpeace que también planea contar los árboles para sus objetivos climáticos nacionales, arriesgándose a que la eliminación de carbono se cuente dos veces en el recuento global de emisiones de CO₂. Shell dijo que sus afirmaciones siguen las reglas del actual sistema de compensación voluntaria, pero espera que los gobiernos puedan aclarar las normas en la COP26.

“Es un problema si las empresas cuentan reducciones que los países ya están contando”, dijo Gilles Dufranse, responsable de políticas de la organización sin ánimo de lucro Carbon Market Watch. “Las matemáticas pueden seguir cuadrando a nivel de inventario, pero básicamente las afirmaciones de las empresas quedan en entredicho”.

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Sin certeza, es difícil que las empresas hagan afirmaciones tan audaces a los clientes. Es una de las razones por las que este año el organismo holandés de control de la publicidad dijo a Shell que suspendiera una campaña de marketing “engañosa” basada en las compensaciones. Shell no apeló esta determinación.

El desacuerdo entre Greenpeace y Shell es el último en una larga lista de acusaciones de ecoblanqueo (greenwashing) dirigidas a las empresas que utilizan compensaciones (offsets). Los negociadores de Glasgow podrían ayudar a resolver la disputa si llegan a un acuerdo sobre las normas de un mercado mundial de carbono supervisado por la ONU. Si se llega a un consenso mundial sobre cómo definir las compensaciones de carbono y cómo utilizarlas, el mercado de la ONU podría empezar a sustituir a las operaciones privadas de compraventa no reguladas que han experimentado un gran auge en los últimos años. “El Reino Unido está trabajando para sentar las bases de un sistema mundial de comercio de carbono creíble y responsable”, dijo una portavoz del Departamento de Empresa y Energía del Reino Unido en respuesta a preguntas sobre el proyecto de Glengarry.

Greenpeace y Source Material también investigaron otros dos proyectos de compensación respaldados por Shell.

La empresa ha invertido en el proyecto Katingan, en Indonesia, cuyo objetivo es proteger las turberas de la tala ilegal. El proyecto comenzó a vender créditos en 2017, pero el gobierno indonesio declaró la tierra como área protegida dos años después, lo que disminuyó el riesgo de deforestación. Greenpeace sostiene que Shell debería reelaborar sus cálculos de ahorro de carbono para tener esto en cuenta, o dejar de utilizar el proyecto en su marketing verde.

Shell también utiliza el proyecto Cordillera Azul en Perú, que pretende conservar 1,6 millones de hectáreas de bosque, para respaldar su publicidad de neutralidad de carbono. Sin embargo, la zona ya era un parque nacional que gozaba de un estatus de protección desde hacía siete años en 2008, cuando la empresa empezó a reclamar créditos.

Shell dijo que trabajará con el propietario del proyecto Katingan para comprender plenamente el impacto de las nuevas protecciones en la tierra.

En respuesta a las preguntas sobre el proyecto en Perú, dijo que siempre utiliza créditos que son verificados por agencias  independientes.

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Hasta que los gobiernos se pongan de acuerdo en un marco global para el comercio de compensaciones, los ecologistas seguirán cuestionando las afirmaciones de las empresas. Por ello, las empresas están deseando que la ONU aclare las normas, y cientos de empresas contaminantes y expertos en sostenibilidad están trabajando en un proceso separado dirigido por los veteranos de las finanzas Mark Carney y Bill Winters para desarrollar su propio conjunto de normas.

Hay mucho en juego: Si se hace bien, el mundo dispondrá de un proceso para canalizar fondos muy necesarios hacia proyectos verdes, pero si se hace mal, las empresas podrían verter miles de millones de toneladas de carbono a la atmósfera sin compensarlas de manera significativa.